IMPORTANTE

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Danza en el umbral del Mundo

Por Natalia Ramírez Püschel


El cuerpo en la interfaz del internet y en las tecnologías del video nos puede producir desasosiego. Sus diversas emergencias nos conducen ineludiblemente a pensar su condición. Así es como el espacio virtual de la web nos enfrenta a vislumbrar la posibilidad de una nueva ontología. Desde esa consideración, el cuerpo en lo cibernético puede observarse como nuevo modo de configuración, más que únicamente como una desconfiguración total de su carne en remanencia virtualizada. Y si hablamos del cuerpo como representación, podríamos reconocerlo en esta condición virtual entonces, como avatar que, entre otras condiciones de su existencia, se constituye en otras tramas de tiempos, espacios y materiales.
Un asunto importante es, en este sentido, visualizar qué pasa con la autonomía de este cuerpo virtual (al que le correspondería su actual), y cómo entender su construcción constitutiva-constituyente en la relación del cuerpo sede como ego y sus alteridades; me refiero a la posible convalidación entre realidad externa y realidad virtual. De esta manera, pensar en estos cuerpos nos obliga a cuestionar su condición sentida como representación soberana o dependiente, vislumbrando sus proyecciones, traslados, difuminaciones, multiplicidades… respecto a la realidad y la ficción por separado, o como constituyentes de una suerte de meta realidad.
Esta situación viabilizada por las tecnologías de la información y las comunicaciones, sólo resiste su problematización profunda en vista a desentrañar los sucesos de la carne-imagen (imaginada/enajenada). Este asunto se complejiza al reconocerlo en el quehacer artístico, más aún, en la inter-acción que resulta en este filtro permeado por dos fases, y que soporta sus encuentros corporales en umbrales intersticiales.
En la danza, estas prácticas han amplificado los rendimientos estéticos del campo que en su relación con los nuevos medios, acontece en el intersticio de dimensiones combinadas. Desde el video-danza en sus diversas modalidades de la creación y la experiencia, y la exploración del uso de lenguajes de programación que incluso coreografían cuerpos animados en la computadora, el desborde de las posibilidades de un cuerpo poetizado subrayan las complejas situaciones de lo virtual.
En este trayecto, el proyecto Danza en el Umbral del Mundo, desarrollado por la coreógrafa y bailarina chilena residente en Francia Vivian Fritz, se inscribe en el ámbito de experimentaciones y reflexiones sobre el uso de internet como herramienta técnica y creativa. El ejercicio consistió en observar cómo funciona una creación coreográfica constituida en la escena simultánea por performers (bailarines y músicos “en vivo y en directo”) en Estrasburgo y Santiago respectivamente; acontece la composición en acto en un tiempo y espacio aparentemente irreconciliable, en una simbiosis visualizada en una pantalla.
A través de cámaras instaladas en el escenario de la Universidad de Estrasburgo, en Francia, y en el Auditórium de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, en Santiago, los intérpretes despliegan sonidos y movimientos que organizan constituyendo una propuesta total para los públicos de ambos lugares que ven ambas situaciones. Se trata de considerar como composición tanto lo que sucede en Chile y en Francia, reunidos en un umbral que adquiere forma en la pantalla reenviando una imagen en directo. El fundido en interfaz resulta nuevo cuerpo coreográfico. La danza interfaz sería como una metadanza de la coreografía realizada tanto en Francia como en Chile.
Los conceptos revisados por el ejercicio son el de umbral, como encuentro de espacios-tiempos en la web, y caleidoscopio, como imagen que refleja, multiplica y reinventa formas desde la multiplicidad de puntos de vista (presentación de una misma puesta en escena en ambos lugares en red simultánea). Así es como desde el espectador dispuesto frontalmente al espacio performático, acontece una danza intersticial entre una escena viva en escenario y una escena viva transmitida, como encuentro de ambas proyectado en los dos lugares.
Para los bailarines se desarrolla una coreografía abierta. Ellos son grabados y proyectados en ambas pantallas (en Chile vemos a los franceses en pantalla y chilenos en vivo; viceversa…), a través de la que visualizan los movimientos del otro lado en intención compositiva simultánea. Están atentos a recibir las solicitudes corporales de ambas escenas en una reacción receptora del movimiento del otro lado. Si en Francia un intérprete alarga su brazo hacia su pantalla, se visualizará como una aproximación a un bailarín chileno, el que hace espacio en su cuerpo para recibir la acción, de este modo sucede gran parte de la coreografía.
La extrañeza de la experiencia para los intérpretes radica en la condición sensible del acto. Esto quiere decir, el modo de abordar la danza contemplándola en totalidad compuesta por los movimientos de interpretes chilenos y franceses, que deben relacionarse a través de lo visual como si estuvieran en un espacio físico común, que en este caso, es una interfaz donde las proximidades corporales desarticulan la costumbre y solicitan ejercitar la red polisensorial del cuerpo, convirtiendo sensaciones de percepción de otros cuerpos a través de resignificaciones verosímiles de los contactos físicos, que en este ejercicio no existen como tal, comprendiendo los cuerpos a través de sinestesias evocadas.
Cómo habitar este encuentro. Para los bailarines se trata de interpretar una coreografía con un elenco distribuido en Santiago y Francia puestos en común a través de la grabación de su performance y proyección en pantalla visibilizada en el otro sitio, respectivamente. Entonces, el encuentro en este umbral hace posible la pieza, en la composición formada por la interacción virtual del total de actores. La interfaz acontece como sintetizador de dos espacios como un todo escénico, ofrece como terreno común, la convivencia estésica de los intérpretes de ambos hemisferios.
La configuración de este umbral caleidoscópico es de alta complejidad de dirección. Absolutamente supeditado a las opciones tecnológicas operables por equipos técnicos, la propuesta coreográfica demanda un pensamiento holográfico, absolutamente multifocal hacia
una composición más bien esférica. La experiencia contempla un exigente planteo respecto a la cuestión coreográfica, y solicita una ineludible reflexión de la situación interfaz de los cuerpos. Las preguntas correspondientes serían entonces, cómo es ese espacio-tiempo (en relación al concepto de umbral), y cómo es esa relación corporal (en relación a la idea de caleidoscopio).
Las interrogaciones que detona el proyecto son de alto alcance para la danza. Cuestiona y visualiza sistemas coreográficos e interpretativos. Si bien como ejercicio estético la propuesta es débil, cumple con amplificar las posibilidades creativas del campo con un uso coherente del internet, en tanto logra reunir en una acción común, tiempos, lugares y cuerpos dispersos.

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