IMPORTANTE

domingo, 15 de mayo de 2011

Línea de investigación Las memorias/cuerpos castigados

Presentación


El laboratorio Línea Memorias, Cuerpos castigados/encerrados/exterminados es un espacio de reflexión e investigación del Núcleo de Investigación Sociología del Cuerpo y de las Emociones. Nos hemos constituido en un lugar de encuentro entre investigadores de las distintas disciplinas de las Ciencias Sociales que tienen por objeto de estudio las experiencias concentracionarias, los castigos, los encierros las masacres, los exterminios, las violencias e hiperviolencias en la formación social chilena.

Es un lugar de intercambio y confrontación de experiencias investigativas, de  metodologías y técnicas de investigación  utilizadas en los trabajos de investigación que desarrollamos individual o colectivamente.

El laboratorio tiene por objetivo construir un lugar de acogida e intercambio para investigadores nacionales y extranjeros con el objeto de facilitar su trabajo y promover el debate académico multidisciplinario.

El laboratorio tiene por objetivo presentar sistemáticamente una reflexión teórica-metodológica realizando un estado actual de la investigación, el uso de categorías  o de un concepto de la vida socio-política, sobre su significado y extensión. Se trata de estudiar una categoría general lo que nos permite captar la estructura teórica y su evolución. Trabajamos las categorías socio-políticas de la dominación y el poder, las violencias, los castigos, la justicia, el derecho, la revolución, el totalitarismo, etc. Todo ello a partir de un observable clave, el cuerpo, los cuerpos.

Intentamos realizar una aproximación comparativa que constituye una de las vías  mas fecundas para hacer progresar nuestros conocimientos en las Ciencias Sociales.

Constatamos que el trabajo de comparación es difícil y arriesgado. Difícil, porque el comparatismo tiene por ambición adquirir un conocimiento profundo de varios acontecimientos históricos (o regimenes políticos), relativos a diferentes formaciones sociales, lo que exige de nuestra parte un esfuerzo considerable de erudición. Arriesgado, porque que el comparatismo debe estar expuesto siempre a posibles criticas y objeciones, formuladas por otros investigadores o “especialistas” de una formación social dada.

Es por esto que el trabajo de comparación implica de facto una tarea colectiva de discusión y cooperación entre investigadores; es necesario aún que esto se entienda sobre un cuestionamiento e interrogantes comunes, sino también sobre la naturaleza de los casos a comparar y sobre la forma de compararlos. 

Ahora bien, estos problemas teóricos-metodológicos se transforman a menudo en posturas sobre las memorias, que conllevan a batallas ideológicas e identitarias, como lo han mostrado las polémicas entorno a los crímenes del comunismo-régimen y del nazismo, o sobre la “singularidad de la Shoah” o la destrucción y exterminio judío.

Nos hacemos parte de la reflexión de Marcel Proust: “No aprovechamos ninguna lección, porque no sabemos descender a lo general, y que nos figuramos siempre encontrarnos en presencia de una experiencia que no tiene precedentes en el pasado”.

Nuestros trabajos de investigación, reflexión y discusión nos plantean las siguientes interrogantes:

a) ¿Podemos comprender las experiencias concentracionarias de encierro, castigo y exterminio por medio de las herramientas y técnicas que nos entregan las ciencias sociales, observarlas, describirlas, interpretarlas y concebirlas como la forma de ejercicio extremo de poder y de la organización capitalista moderna?

b) ¿Podemos concebir e interpretar estas experiencias por medio o a través de la “ideología de los derechos humanos”?

Hemos constatado que toda tentativa de estudio guiado por los principios teóricos se enfrenta a obstáculos y reticencias:

En primer lugar, desde el sentido común, según el cual el fenómeno es incomprensible por principio.

En segundo lugar, la idea de que los castigos, encierros y exterminios no pueden ser objeto de comparación con otras experiencias.

Estas dos tesis aparecen corrientemente en los debates políticos y podemos constatar que rol pueden jugar en los procesos de negación o de denegación de los acontecimientos. Estas sirven y han servido únicamente para justificar la existencia de obstáculos que bloquean cualquier investigación y análisis.

Desde el momento que decimos que es incomprensible se nos escapa la posibilidad y la necesidad de examinar los detalles de la barbarie organizada, administrativa, burocrática y jerarquizada implementada por la dictadura cívico-militar chilena en el periodo 1973-1990.

Es cierto que estos propósitos tienen otro sentido o peso, cuando ellos provienen de los sobrevivientes de esta experiencia. Ellos los relatan y les recuerdan a aquellos que no han vivido la experiencia o a aquellos que han nacido después de los acontecimientos y que no podemos arreglar o encasillar el sufrimiento y la desaparición/exterminio bajo representaciones simples de dolor que se materializan en los cuerpos. Estos propósitos son una puesta en guardia para los cientistas sociales y para los investigadores. No son una denegación.

Si interpretamos el término “incomprensibilidad” en un sentido teórico, todo enfoque que intente comprender los hechos o acontecimientos está condenado a la derrota que contribuye al desarme político e intelectual. Contra tal teoria, es necesario reafirmar que todo lo que hacen y sufren los hombres y mujeres, es por principio comprensible, incluso si la comprensión de lo que nos es extraño es más difícil en ciertos casos.

En Chile, desde el momento que se instalaron en todo el país los campos de concentración, y se utilizaron las cárceles y penitenciarias ya existentes o se  agregaron a estos dispositivos los Centros secretos de secuestro, castigo y exterminio como  Cuartel Terranova “Villa Grimaldi”, Cuartel Yucatán “Londres 38”, Cuartel Ollagüe “José Domingo Cañas”, La “Venda Sexy”, Cuartel de calle Dieciocho “La Firma”, Cuartel Simon Bolivar en Santiago, la ESMA, Garaje Olimpo y la Mansión Seré en Buenos Aires o últimamente Guantánamo, todos estos Centros son el resultado de una acción humana y ellos son en principio accesibles a una comprensión racional. Esto no significa, por cierto, que sea posible de analizarlos simplemente tomando en cuenta estos hechos o acontecimientos basados en las intenciones y en las decisiones de los secuestradores, castigadores y exterminadores.

Una vez creados e instalados estos centros, genéricamente llamados centros clandestinos de detención, cárceles o campo de concentración, hemos visto desarrollarse un poder en que la dinámica no estaba planificada ni prevista.

El lugar común de la incomprensibilidad tiene ante todo una significación moral. De manera manifiesta, los criterios morales que se aplican habitualmente a la acción de los seres humanos no funcionan frente a la barbarie que es organizada, burocrática, jerarquizada y administrativa, es decir política y de negación de la política y de su existencia como comunidad humana plural.

Pretender describir estos fenómenos socio-políticos en las categorías de la responsabilidad o de la “energía criminal”, o de la Sicopatología individual o del enceguecimiento ideológico, lleva y transporta necesariamente a una banalización de los actos cometidos y a una lógica de victimización. Entonces una separación infranqueable se abre entre el formato de los criminales y la calidad de los crímenes. Esta constatación nos conduce a desembarazarnos del derecho y de la ideología de los derechos humanos.

La barbarie organizada fue monstruosa, aquellos que la cometieron no lo eran. Tal constatación no debiera, sin embargo orientar nuestro recorrido hacia la génesis o socio-génesis de las estructuras políticas y macro-sociales. Entre las dos se encuentra el verdadero campo de análisis del poder. La organización y ejercicio de un poder absoluto al interior de un Centro Secreto de Secuestro, de una cárcel o de un campo de concentración y las situaciones de la acción y del sufrimiento de una categoría socio política de los sujetos que fueron allí encerrados, castigados, exterminados y sus cuerpos hechos desaparecer fue una decisión capitalista producto de un enfrentamiento entre las clases.

Detectamos que allí se instauran determinadas relaciones y practicas sociales donde el poder absoluto no deja márgenes y sin perjuicio de ello, los individuos resisten y establecen determinadas relaciones implementado tácticas y estrategias de resistencia/sobrevivencia.

Es a partir de estas constataciones que detectamos que no existe corporeidad abstracta. El cuerpo es el lugar por excelencia de intersección de las dominaciones de clase, de género y “raza etnia”; en ellos se fomentan igualmente diversas tácticas y estrategias de resistencia y subversión.

Si la opresión/represión/dominación/poder es ejercida sobre los cuerpos (mercantilizados, explotados, alienados, castigados, exterminados y hechos desaparecer), estos cuerpos materialmente han sido indisociables a la historia del capitalismo y a la hora del despliegue neoliberal mundializado, conoce formas inéditas.

Por una parte, la emergencia vertiginosa de las denominadas biotecnologías con enormes aperturas en el mercado de las “formas” y de la  las economías salud, estas parecen orientar las economías del siglo XXI, caracterizada por algunos sobre una vía del biocapitalismo.

Por otra parte, el acrecentamiento de las desigualdades a escala mundial y la reducción/destrucción de poblaciones enteras al mínimo vital de sobrevivencia, hacen de la simple sobrevivencia corporal un desafío político estratégico. El capitalismo en su fase de desarrollo mundializado no se desentiende de los cuerpos. Estos aparecen incluso como una de las piezas claves de las ofensivas y ataques del capital, uno de los soportes necesarios de la influencia mercantil y uno de los reveladores insoportables.

Simultáneamente, el desarrollo de diversas ideologías en apariencia de gran influencia; pero contradictorias interinan las violencias simbólicas y físicas que se ejercen sobre y en los cuerpos, intentan hacer naturales e invisibles las opresiones y castigos, legitiman e invisibilizan las dominaciones en el ejercicio del poder de las clases dominantes.


EL MALESTAR DE LOS CUERPOS EN LAS CIENCIAS SOCIALES


…Tornar observable aquello que permanece inobservado…


Nos planteamos a partir de una estrategia que consiste en un intento por articular los procesos de constitución corporal a los de la formación de poder y dominación social que se impregnan en las relaciones sociales.

Buscamos desentrañar, visibilizar que procesos han obstaculizado el estudio del cuerpo y de los cuerpos como una “totalidad concreta”, es decir, agudizar la observación para observar los cuerpos en un espacio de entrecruzamiento de lo biológico, lo sicológico y lo social, lo abordamos desde una perspectiva sociopolítica, que pueda articular y abordar el cuerpo, como la resultante de un largo proceso socio-histórico, y  a su vez como producto de una cultura concreta.

Abordar el cuerpo humano desde una perspectiva sociológica, es buscar su lugar en la configuración de relaciones sociales y el impacto de estas últimas sobre aquel. Mecanismos sociales (de dominación y poder), culturales y psicológicos soportan los procesos cuya resultante es la configuración de determinadas identidades corporales.

Como lo plantea Turner la cuestión del cuerpo ha sido abordada por distintas disciplinas. Desde los comienzos de la medicina hasta las más recientes filosofías, todas las disciplinas científicas fueron constituyendo al cuerpo humano como un observable central: el funcionamiento y la estructura del cuerpo biológico se instaló como preocupación y problema de conocimiento.

Pero lo que lenta y persistentemente la denominada modernidad pondrá en crisis la idea cristiana de que el cuerpo y el alma constituyen dos entidades diferentes. La idea de esta ruptura se había impuesto como hegemónica en Occidente en un largo proceso histórico y cultural.

Como resultado de esa crisis, a partir del siglo XIX y especialmente durante el XX y parte del XXI, se observa el avance de la biología y la medicina logra reconfigurar la vida y el desarrollo de las poblaciones.
Sin embargo, en el ámbito de las ciencias sociales en Chile no podría afirmarse que se haya elaborado de manera rigurosa una sociología del cuerpo y de las emociones.

Los autores llamados comúnmente “clásicos” de la sociología no pusieron como eje de sus trabajos de investigación y reflexiones a los cuerpos sino al “individuo”, la “sociedad” y la compleja interrelación que se entreteje entre ambos. Entre los “clásicos” quizá haya sido Karl Marx el único que, con su noción de fuerza de trabajo se acerco a la problemática del cuerpo, su energía, y el consumo productivo de la misma. La noción de “fuerza de trabajo” hace referencia directa a la energía corporal, a un tiempo en disponibilidad de una fuerza que puede ser peor o mejor empleada por el capitalista, de acuerdo como él organice el proceso productivo.

Pensamos que es quizás en parte, a aquello se deba el “retraso”, o en términos de Gastón Bachelard se puede hablar de la persistencia de un “obstáculo epistemológico” de las ciencias sociales en constituir una teoría rigurosa acerca del cuerpo. Pero es también la ausencia de investigaciones empíricas la que se constituye en un freno intrínseco a su desarrollo.

¿Cuál es la perspectiva que debemos adoptar?

El conocimiento científico avanza al construir nuevos territorios de observación, de esto se desprenden innovaciones tecnológicas y no al revés. La “revolución copernicana” por ejemplo, implico una ruptura enorme: descentrar la mirada de la tierra al sol; y esto fue posible porque el mundo medieval entraba en crisis. No es muy diferente la difícil y laboriosa lucha por “descentrar la mirada” y tener presente a los cuerpos, cuando todo gira en torno a la “sociedad”. Es una especie de revolución copernicana al revés, según lo plantea Juan Carlos Marín, en aquella se trataba de tomar distancia, de contemplar la naturaleza con objetividad. Pero ahora se trata de acercarse, intrincarse profundamente en lo que somos como especie, en lo que hemos hecho y construido: en los propios cuerpos.

Podemos observar en los cuerpos como se expresa el malestar social y las crisis de las relaciones sociales, a partir de considerar que “El problema de la expropiación del poder del cuerpo o del dominio del cuerpo, se produce porque históricamente se constituye un ámbito de relaciones sociales que viabiliza eso y otro ámbito de las relaciones sociales que se obstaculiza.

A comienzos del siglo XX el cuerpo comienza a considerarse el territorio estable del sujeto: el recipiente de una subjetividad y una racionalidad. El conocimiento de que es posible una gestión social del cuerpo se va imponiendo poco a poco. El cuerpo comienza a ser blanco de políticas estatales. Es expropiado a la vida privada y puesto como objeto público.

Las practicas de castigo y disciplinamiento y los múltiples mecanismo sociopolíticos empiezan a considerarlo la resultante previsible de una construcción que puede ser dirigida. Paralelamente va constituyéndose la fábrica como modo productivo pero también de encierro. Primero los conventos y los regimientos, luego las fabricas, como la escuela y la prisión, comienzan a desplegarse sobre el espacio social construyendo tipologías de cuerpos acordes a las relaciones sociales que se van instalando lenta pero persistentemente y culturalmente hegemónicas.

La exploración actual de la corporeidad podría desligarse de la filosofía social y constituirse como objeto de investigación en las ciencias sociales y humanas centradas en la observación de los comportamientos y las interacciones.

Uno de los obstáculos para la comprensión del cuerpo es la absoluta familiaridad que con él se establece desde el inicio de nuestras vidas. Es el propio cuerpo que nos es inmediatamente accesible como objeto de conocimiento en la cotidiana “auto-experiencia del yo”. Desde una perspectiva sociológica deberíamos realizar una ruptura radical de la representación del yo- y del “otro” y de las infinitas formas del lenguaje que cosifican aquello que es producto de relaciones sociales.

En la perspectiva del sensualismo, el cuerpo ha sido considerado sede de las “sensaciones”: Pero de este modo también se fetichizan las sensaciones. Ya lo había anticipado Marx, no hay contemplación sensorial sino “actividad sensorial humana practica”. Las sensaciones como las emociones no son inmediatas, sino que son el producto de una larga producción social que termina inscribiéndose en los sujetos. Es importante considerar la actividad sensorial, como cualquier otra actividad o comportamiento, en términos de relaciones sociales que constituyen procesos. Se trata de procesos de los cuales todos formamos parte pero nadie domina, procesos que escapan al control humano. Como lo señala Norbert Elias, tanto la vergüenza como el pudor, entre otras sensaciones y emociones, son una construcción social, esto es, son la resultante de procesos tanto socioeconómicos como mentales.

Abordar al cuerpo desde una perspectiva psicosociológica implica de este modo, comenzar a abordarlo en su dualidad intrínseca: en tanto resultado de un largo proceso evolutivo (con continuidades y rupturas) y en tanto producto de una cultura concreta.  Las actuales determinaciones concretas de un cuerpo y de los cuerpos no se comprenden sin el proceso socio genético que dio lugar a dicha conformación. Toda entidad corporal debería comprenderse como “totalidad concreta”, esto es, la resultante de múltiples determinaciones, unidad de lo diverso. De esto se desprende que sea sugerente observar los cuerpos como formando parte de un entramado social de acciones y relaciones sociales, esto es, observarlo como la resultante de múltiples determinaciones en el campo de la acción.

El cuerpo es, un punto fronterizo entre las disciplinas científicas. Está inscripto dentro de los procesos sociales y al mismo tiempo es el territorio donde se instalan y desarrollan, consciente e inconscientemente, una serie de mecanismos que sustentan dichos procesos. El conjunto de relaciones sociales lo determinan a la vez que éste les da sustento. Constatamos que aquí radica parte de la complejidad de investigar al cuerpo, a los cuerpos.

Otro de los problemas al cual nos enfrentamos es el de la reificación del propio cuerpo y el de los otros: su fetichización. La necesidad de romper con las tradiciones filosóficas y científicas que se reparten el estudio del cuerpo, fragmentándolo, pasa por dejar la mirada en el cuerpo mismo como objeto y comenzar a hacer observable las características de las relaciones sociales que lo determinan. En este sentido, no se trata de construir “el objeto de la sociología del cuerpo, como lo plantea  Jean Luc Bolstanski en su texto Los usos sociales del cuerpo, sino de redireccionar la observación hacia el conjunto de las acciones reciprocas que los cuerpos viabilizan.

En estas perspectivas, el cuerpo no es observado o entendido como aquello que hace viable un conjunto de relaciones sociales, no se lo ve como la resultante de una confrontación entre relaciones sociales, entre acciones posibles, sino como un objeto en el cual la vida cobra existencia. Aparece así como “blanco” del poder: corregir un cuerpo para obtener individuos dóciles y útiles, imposibilitados de reflexionar acerca de sus propias acciones. La sociedad se interpone así en el individuo y se transforma en un obstáculo para la toma de conocimiento de la propia identidad humana.

Los que hemos afirmado anteriormente nos lleva a considerar que el cuerpo se encuentra en el vértice de una encrucijada, en un cruce de varias líneas de conocimiento. Interesa entonces destacar que los cuerpos se encuentran en el entrecruzamiento de lo biológico, lo psicológico y lo social. Como sabemos, al interior de estas disciplinas coexisten puntos de vista diversos.

Todo cuerpo ocupa un lugar en las dimensiones espacio-temporal, es el sustrato material y la condición necesaria –pero no suficiente- para el desarrollo biológico (biogénesis, crecimiento, envejecimiento), psicológico (psicogenesis, estructuración de un “aparato psíquico”, sistema de la personalidad) y social (Sociogénesis, conformación de las relaciones sociales, estructuras y mecanismos, normas, valores y signos).

Sin embargo, no se puede perder de vista que el sujeto es una unidad biológica, psicológica y social, y que estas diferenciaciones son meramente analíticas.

Por último, la cuestión del cuerpo se encuentra ligada a uno de los miedos más trascendentales de la especie humana: la certeza de la muerte biológica. Sin embargo, la muerte de un cuerpo no es solamente el detenimiento del funcionamiento de un organismo biológico, o mejor dicho, este detenimiento arrastra consigo al conjunto de las relaciones sociales que viabiliza. La muerte del cuerpo o su desaparición, es la muerte de un conjunto de relaciones sociales.



Cierto es que el arma de la crítica no puede suplir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que ser derrotado por el poder material, pero también la teoría se convierte en poder material cuando prende en las masas. Y la teoría puede prender en las masas a condición que argumente y demuestre ad hominen, para lo cual tiene que hacerse una crítica radical. Ser radical es atacar el problema de raíz. Y la raíz para el hombre, es el hombre mismo”.

Karl Marx, “Critica de la filosofía del derecho de Hegel”


Referencias bibliográficas

Pierre Bourdieu, Meditaciones pascalianas, Cap. Conocimiento por cuerpos, Editorial Anagrama, Barcelona, 1999.

B. Turner, Los avances recientes en la teoría del cuerpo, en Revista Española de investigaciones sociológicas

Jean Luc Bolstanski, Los usos sociales del cuerpo, Buenos Aires, Periferia, 1975.

Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones sicogenéticas y psicogenéticas, FCE, México, 1975.

Michel Foucault
Vigilar y Castigar; El poder Psiquiátrico; La vida de los hombres infames; Los anormales; El nacimiento de la clínica

David Garland, Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social, Siglo XXI editores, México, 1999.

David, Le Breton, La sociología del cuerpo.

Revista Actuel Marx Intervenciones, Cuerpos contemporáneos: nuevas prácticas, antiguos retos, otras pasiones, Nº9, primer semestre 2010.


  
Roberto Merino Jorquera
Santiago, 22 de octubre 2012




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